Aretha Soul Divas nace como un proyecto puntual, para cerrar la última edición de Madrid es Negro y como homenaje a la Gran Dama del Soul, que acababa de anunciar su despedida de los escenarios. Pero el éxito cosechado en aquella ocasión, cuando mucha gente se tuvo que quedar con las ganas de disfrutarlo por la lógica limitación del aforo, unido a la reciente desaparición de Aretha Franklin, han hecho posible que se repita esta reunión de grandes voces de la música negra hecha aquí para rendir nuevamente tributo a la Reina – y de paso, presentar ya la programación de la próxima edición de Madrid es Negro, la de 2019.

En el mismo escenario que hace unos meses, y respaldadas por la misma banda que entonces, los fabulosos The Silverbacks, volvían a unirse las que probablemente sean las mejores voces femeninas de la escena negra madrileña: Astrid Jones (Astrid Jones & The Blue Flaps), Juno Kotto King (Juno & Darrell), Mayka Edjole (The Sweet Vandals) y Shirley Davis. Cuatro damas con diferentes estilos y registros que son capaces de llenar cualquier escenario individualmente pero que juntas se convierten en un torbellino capaz de desatar el baile y la fiesta o de conmover profundamente los sentidos en las piezas más emotivas.

El protagonismo se reparte de forma ecuánime, siendo colectivo en algunos temas, en los que se alternan y se dan la réplica sucesivamente, o individual cuando asumen por turnos cada una de ellas la voz principal mientras el resto le hacen los coros, habiendo así lugar para el lucimiento de todas por igual. Todas tienen su momento y hay suficiente espacio para todas, aunque los mejores momentos son precisamente en los que las cuatro comparten los focos y dan juntas lo mejor de si mismas.

Desde que la banda entró en escena con la intro instrumental se empezó a caldear la sala But, llena de nuevo para disfrutar de esta maravillosa reunión de talento, y cuando aparecieron las cuatro cantantes se desató un entusiasmo que iría variando en intensidad pero que no desapareció en toda la velada, manifestándose de forma más visible en unas primeras filas donde la gente no paró de bailar y agitarse en toda la noche. Solo era era cuestión de ir adaptando el ritmo, porque con esas cuatro voces y esos seis músicos es imposible no moverse, no cerrar los ojos, no dejarse llevar.

Una noche para el recuerdo, de esas que se guardan con cariño por su carácter singular y especial, por su emotividad y por la magia que consiguen crear grandes artistas cuando además hacen las cosas con tanta pasión, tanta entrega y tanto cariño.